LOS NIÑOS DE HOY... EL MUNDO DE MAÑANA

lunes, 2 de mayo de 2011

EDUCACIÓN ALIMENTARIA EN LA ESCUELA Y EN CASA

MARGA SERRA ALÍAS
Según estudios realizados por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), el 15% de la población infantil española padece obesidad y el 36% padece sobrepeso. Las causas más frecuentes de ello son el sedentarismo y los hábitos alimentarios inadecuados.
La obesidad es más acusada en los niños que en las niñas, y las edades más afectadas son entre 6y 13 años. Está demostrado que el exceso de peso entre los menores es un factor muy importante que favorece la obesidad en los adultos y provoca diversas enfermedades como, por ejemplo, las enfermedades cardiovasculares.
En el otro extremo tenemos las enfermedades relacionadas con el comportamiento alimentario, concretamente la anorexia, con un riesgo de padecerse de cerca del 8%, según fuentes del Ministerio de Sanidad. Otro dato preocupante es que el 43% de las chicas españolas se ven gordas o un poco gordas. La problemática de estos trastornos es tan variada que exige una actuación desde los distintos ámbitos: familiares, sanitarios, culturales y educativos.
Ante estos datos podemos hacernos muchas preguntas: ¿Qué responsabilidad tenemos las personas adultas en la educación alimentaria? ¿Qué podemos hacer desde la escuela? ¿Cómo podemos trabajar conjuntamente familias y profesorado?
La respuesta inmediata es que la escuela incorpore en su proyecto curricular de centro una propuesta educativa de educación alimentaria como eje transversal que esté presente en todos los ciclos de la educación.
Por una parte, hay que tener en cuenta los recursos que ofrecen las administraciones locales, provinciales y autonómicas, ya que a menudo se elaboran propuestas interesantes o cursos de formación del profesorado. Por otra parte, es muy importante tener presente a las asociaciones de padres y madres y colaborar con ellas.
El comedor escolar también es un espacio educativo para trabajarlos hábitos alimentarios de los niños y de las niñas. Esto significa que tanto los padres y las madres como los maestros y las maestras tienen que velar para que los menús sean equilibrados y estén elaborados con alimentos frescos y de la temporada y utilizando técnicas culinarias variadas. Sobre todo hay que potenciar en los escolares el hecho de disfrutar con la degustación de los alimentos.
La educación no tiene que circunscribirse al aula, sino que tiene que hacerse extensiva a todo el ámbito escolar. De la misma manera que para la normalización lingüística tiene que intervenir todo el personal no docente a fin de consolidar unos hábitos, también es imprescindible que el personal del comedor haga intervenciones educativas con el objetivo de que se adquieran unos buenos hábitos alimentarios.
El desayuno: la primera comida del día
A menudo, sobre todo durante las primeras horas del día, los educadores nos encontramos con niños y adolescentes que tienen problemas de concentración y algunas veces incluso lipotimias y mareos. La causa más frecuente de ello es un desayuno precario o inexistente. Es aconsejable educar desde muy pequeños a los alumnos y a las alumnas para que tomen un desayuno completo antes de salir de casa. Se recomienda un alimento energético (pan, cereales integrales), un alimento regulador (fruta, fruta seca) y un alimento constructor (leche, derivados lácteos). A media mañana hay que tomar un segundo desayuno (un bocadillo pequeño, frutos secos...).
Educar el hábito de desayunar no es una tarea fácil. Hay que empezar con pequeñas cantidades e ir introduciendo poco a poco más alimentos, hasta que el niño o la niña considere importante y necesaria esta comida.
Las verduras, las frutas y el pescado: alimentos poco consumidos
Todas las encuestas revisadas constatan que la mayoría de los niños y las niñas no consume suficientes verduras, frutas y pescado. Paradójicamente, son alimentos muy saludables y recomendados por la comunidad científica.
Sería bueno que desde las familias y desde la escuela educáramos conjuntamente los hábitos alimentados teniendo en cuenta los siguientes aspectos:
Introducir a los niños y a las niñas en las tareas de compra de alimentos y confección de menús y en actividades culinarias. El hecho de ayudar a realizar un plato los convierte en protagonistas y los obliga, al menos, a probar su «obra culinaria». En algunas escuelas los niños y las niñas del ciclo infantil tienen una vez a la semana la actividad: Cocinamos. Es una experiencia muy enriquecedora y que permite al maestro o a la maestra introducir conceptos y procedimientos para mejorar los hábitos alimentarios.
  • Es importante que el alumnado sea consciente de que no todos los alimentos gustan igual: puede que haya alimentos que gusten mucho, alimentos que gusten poco e incluso alimentos que no gusten nada. En esos casos hay que aconsejar que no dejen de comer nunca un alimento, ya que es posible que a lo largo de los años esa textura o ese sabor que no gustaba nada acabe gustando.
  • Informar de por qué es necesario comer de todo, pero hacerlo de una forma didáctica y comprensible, sin utilizar vocabulario científico demasiado rebuscado: por ejemplo, podríamos decir que la fibra hace como de cepillo de los intestinos o que las vitaminas son los semáforos de nuestro cuerpo.
  • Hay que hacer que los niños y las niñas sean conscientes de la presión que representa estar sometidos a la cocina rápida y fácil que nos muestran sociedades más avanzadas de países anglosajones, que desgraciadamente provoca que poco a poco nuestra cocina mediterránea, saludable y rica, no se tenga en cuenta.
  • Hay que acercar a los niños y a las niñas al origen de los alimentos. Por ello es muy importante que visiten un huerto y vean cómo crecen las hortalizas o conozcan los productos frescos en una visita al mercado.
  • Utilizar recursos lúdicos y divertidos para aprender aspectos de educación alimentaria: por ejemplo, jugar a cocinitas o a vender y comprar. Para los mayores, podríamos hacer gincanas en el mercado, confeccionar un desayuno saludable o impulsar campañas para mejorar la alimentación de los compañeros de otras clases elaboradas por ellos mismos.
Pero, ¿qué es una alimentación equilibrada?
Es la que cubre los requerimientos energéticos y proporciona los nutrientes necesarios para mantener la salud.
Pirámide de los alimentos
Haciendo un breve repaso de la pirámide de los alimentos (representación gráfica para saber el número de raciones de alimentos que se necesitan diariamente), observamos que en la base, la parte más ancha, están representados los alimentos ricos en hidratos de carbono complejos, de los que hay que consumir de 4 a 6 raciones.
Un nivel más arriba encontramos el grupo de los alimentos reguladores: las verduras y hortalizas y las frutas. Tanto de unas como de otras se recomienda consumir de 2 a 3 raciones.
Los lácteos también se representan corno alimentos básicos, ya que son importantes para el desarrollo del esqueleto y de los dientes. Se recomienda la ingesta de 1/2 litro de leche al día 'o el equivalente en alimentos de este grupo (yogur, queso), que serían de 3 a 4 raciones en la adolescencia y de 2 a 3 en la infancia.
Del grupo proteínico: carne, pescado, huevos y legumbres, son necesarias de 2 a 3 raciones, y de 20 a 50 gramos de aceite, preferentemente aceite de oliva virgen.
Al hacer este repaso, podemos observar que no están representados los alimentos superfluos: bebidas refrescantes azucaradas, bebidas con cola, bollería industrial y golosinas. Hay que recomendar mucha moderación con estos productos y que sean consumidos sólo en ocasiones especiales y según unas normas establecidas.
El agua no puede considerarse un nutriente, pero es necesaria para la vida. Es importante que el niño beba agua siempre que tenga sed, ya que tiene unas pérdidas de agua bastante importantes, sobre todo si practica algún deporte.
También hay que tener en cuenta el reparto de los alimentos a lo largo del día. Valorando las kilocalorías de la ingesta diaria se podría hacer este reparto entre las distintas comidas: el 25% en el desayuno, el 30% en el almuerzo, el 15% en la merienda, el 30% en la cena.
Tampoco hay que olvidar, otros factores que hay que tener en cuenta cuando hablamos de alimentación equilibrada.
Factores psicológicos
Cuando hablamos de alimentación, también hay que tener en cuenta las preferencias y las aversiones alimentarias. El hecho de disfrutar con los sabores y sentir el placer que proporciona una buena comida no es vivido de la misma manera por todos los niños. Es importante respetar el temperamento de cada niño y procurar no hacer comparaciones sobre lo que come, sobre su ritmo de crecimiento y sobre sus propias apetencias.
El acto de comer tiene que ser relajado, con un ambiente adecuado y tranquilo, que propicie la comunicación y la conversación. El acto de comer no quiere prisas; cada niño tiene su ritmo, y no hay que forzarlo a comer grandes cantidades.
Por otra parte, es muy importante la presentación de los platos y la combinación de los colores: por ejemplo, si el primer plato es de color blanco, en el segundo tiene que haber rojo o verde. También hay que procurar servir los platos a la temperatura adecuada.
No olvidemos que los más pequeños necesitan manipular, tener un contacto directo con los ali-mentos. A través del juego podemos educar y desarrollar los sentidos del gusto y del olfato y despertar la curiosidad por probar nuevas texturas, nuevos sabores. Así, poco a poco, sin darse cuenta adquirirán unos hábitos alimentarios saludables.
Factores socioculturales
Cuando hablamos de hábitos alimentarios, hay que tener presente la diversidad cultural, debida a la irrupción de la inmigración de distintos países. Hay que tener en cuenta la realidad de cada cultura, de cada país, pero sin perder el referente de nuestras costumbres y nuestras tradiciones, ya que nuestra alimentación mediterránea es considerada por la comunidad científica como un modelo de alimentación sana, equilibrada y nutritiva.
Unas últimas recomendaciones
Para mejorar los hábitos alimentarios:
  • Hacer una buena planificación semanal de los menús, de la compra, de la conservación y de la preparación de los alimentos. Utilizar alimentos de la temporada y recurrir a la creatividad y a la imaginación en la cocina diaria.
  • Aumentar el consumo de frutas, verduras, hortalizas, legumbres y alimentos ricos en fibra vegetal.
  • Evitar un exceso de consumo de grasas de origen animal. Un alto contenido de éstas puede ser un factor de predisposición a padecer enfermedades cardiovasculares, obesidad e incluso algún tipo de cáncer.
  • Mantener nuestro peso ideal, ingiriendo una cantidad de alimentos que nos aporte la misma energía que nuestro organismo consume.
  • Potenciar la actividad física en todas las edades y situaciones.
  • Aumentar el consumo de hidratos de carbono complejos (pan, pasta, arroz, patatas) y disminuir el consumo de productos refinados.
  • Disponer de un rato de tranquilidad para cocinar y para comer, sin prisas. Que la hora de comer sea un rato agradable, tranquilo y deseado.